En la madrugada del Viernes Santo, Juliaca y diversas provincias de la región Puno fueron escenario de un profundo acto de fe. Cientos de pobladores emprendieron el ascenso al cerro Espinal para participar en la ancestral recolección de espinas, una tradición cargada de simbolismo que evoca el sufrimiento de Cristo y fortalece los lazos espirituales y comunitarios.
Ascenso de fe al cerro
Con los primeros rayos del alba, hombres, mujeres y niños avanzaron entre oraciones y cánticos hacia la cima del cerro Espinal. Con bolsas y palos, recolectaron espinas resistentes, que representan el sacrificio de Jesús en la cruz. “Cada espina que llevo es una ofrenda y una promesa de fe”, expresó doña Elvira Quispe, devota que mantiene esta tradición viva desde niña
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Espinas: símbolo de protección y redención
Al regresar a casa, las familias colocan cuidadosamente las espinas en las puertas de sus viviendas. Esta práctica ancestral, además de rememorar la corona de espinas de Cristo, se considera una barrera espiritual contra las malas energías, asegurando paz y bienestar durante el año. Es un acto de fe silencioso que convierte lo cotidiano en sagrado.
Impacto en la economía local
La elevada demanda de espinas ha generado un movimiento comercial en los alrededores del cerro y en otros puntos de la región. Comerciantes locales las ofrecen a precios accesibles ‘desde un sol por unidad’, generando ingresos adicionales para las familias.
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Fe, cultura y herencia viva
Más allá del aspecto religioso, la recolección de espinas fortalece la identidad cultural de los pueblos puneños. Jóvenes y adultos rememoran historias de sus ancestros andinos, en las que la naturaleza y la espiritualidad se fusionan en rituales de profundo significado. “Preservar esta costumbre es honrar nuestras raíces y transmitirla con orgullo a las nuevas generaciones”, comentó el padre Teófilo Quispe, quien bendice las espinas en la parroquia San Carlos Borromeo de Juliaca.
Cada espina, colocada en los umbrales de los hogares, representa un compromiso renovado con la fe y la esperanza. Así como la corona de espinas marcó el camino de la redención, esta tradición colectiva continúa llevando consuelo, protección y unidad a las familias de Juliaca y de toda la región altiplánica de Puno.
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