Parece que Julio Demartini, exministro del Midis vinculado al caso Qali Warma, está a punto de conseguir el santo salvavidas de su carrera: ser embajador en el Vaticano. Juan Burgos, congresista fiscalizador, ha lanzado una alerta roja: si el gobierno de Dina Boluarte lo nombra, Demartini obtendría inmunidad diplomática gracias a la Convención de Viena (1961), ese manual de supervivencia para diplomáticos que, entre líneas, dice: “Aquí no me tocas”. ¿Las ventajas? Nada de pesquisas, allanamientos o interceptar sus llamadas (¿alguien dijo WhatsApp seguro?).
Mientras el Ministerio Público investiga su presunta omisión en intoxicaciones infantiles en Puno y Cajamarca, esta designación, respaldada por el premier y canciller, podría convertir al Vaticano en su resort blindado. Burgos lo resume: Es como darle un pasaporte dorado para evadir la justicia. ¿Un cargo en el Vaticano? Qué casualidad que coincida con la necesidad de evitar preguntas incómodas. Eso sí: si el exministro termina rezando en Roma, las pruebas contra él podrían quedar en el limbo.