En los últimos años, dos casos de sacerdotes de la región de Puno han sacudido a la comunidad católica, revelando serias violaciones al voto de celibato. El sacerdote Carlos Londoño, párroco de San Juan Puno, enfrenta denuncias por embarazo y amenazas, mientras que Salvador Apaza, ex párroco de Azángaro, fue descubierto como padre de dos hijas con mujeres diferentes. Ambos escándalos comparten el mismo patrón de transgresión a las normas eclesiásticas, lo que ha provocado un debate sobre la moralidad, las consecuencias y la reacción tanto de las autoridades religiosas como de la población.
Carlos Londoño Henao: Un escándalo que sacude a la parroquia de San Juan
El primer caso que ha captado la atención de la comunidad religiosa y social de Puno involucra al sacerdote Carlos Alberto Londoño Henao, quien fue párroco del Templo San Juan, Santuario de la Virgen de la Candelaria. En los primeros días de febrero de 2025, Diana, una joven que había mantenido una relación con Londoño desde septiembre de 2024, hizo públicas las graves acusaciones contra él.
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Según su testimonio, esa relación dio como resultado un embarazo de cuatro meses. La joven, además de enfrentar la angustia del embarazo no planeado, denunció haber sido objeto de amenazas y presiones por parte de los cercanos al sacerdote, quienes intentaron convencerla de interrumpir el embarazo.
La situación tomó un giro aún más grave cuando Diana reveló que el párroco no solo mantenía una relación con ella, sino también con otras mujeres dentro del templo, lo que ha generado una reacción de rechazo por parte de los feligreses. En respuesta, la diócesis de Puno suspendió a Londoño de sus funciones sacerdotales mientras se lleva a cabo una investigación. La noticia se propagó rápidamente por las redes sociales, generando un gran debate sobre la moralidad y la disciplina eclesiástica en la región.
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Salvador Apaza Flores: El secreto que salió a la luz en Azángaro
Aunque el caso de Londoño ha centrado la atención de los últimos días, otro escándalo de naturaleza similar ya había marcado la historia reciente de la diócesis de Puno. En 2017, un revelador informe destapó que el sacerdote Salvador Apaza Flores, quien fue párroco de Azángaro durante años, tenía dos hijos con dos mujeres diferentes. A pesar de los votos de celibato, Apaza se había convertido en padre de dos niñas, fruto de sus relaciones fuera del matrimonio.
El escándalo desató una serie de reacciones tanto de en la ciudad de Azángaro como de las autoridades eclesiásticas. El obispo de Puno, Jorge Carrión Pavlich, envió una carta al sacerdote, reprendiéndolo por la violación de sus compromisos sacerdotales y ordenándole entregar la parroquia de Azángaro. Sin embargo, el pueblo de Azángaro, donde Apaza había ganado gran respeto por su labor pastoral, reaccionó con protestas para exigir su regreso al cargo, lo que reflejó la tensión entre la jerarquía eclesiástica y el pueblo azangarino, que no quería perder a su párroco.
Finalmente, Apaza decidió dejar el sacerdocio para postular a la alcaldía provincial de Azángaro, lo que marcó un giro radical en su vida. Aunque se alejó de la iglesia, su historia sigue siendo un recordatorio del conflicto entre las expectativas eclesiásticas y la realidad humana de los sacerdotes.
Paralelismos y lecciones:
Ambos casos comparten elementos que no solo los vinculan, sino que reflejan una serie de problemas persistentes dentro de la iglesia católica en la región de Puno. En primer lugar, la violación del celibato, un voto central en la vida sacerdotal, ha sido el factor detonante en ambos escándalos. Mientras que en el caso de Carlos Londoño, su relación con Diana resultó en un embarazo que llevó a la joven a denunciar amenazas y presiones, Salvador Apaza enfrentó una situación más compleja, pues su paternidad con dos mujeres diferentes afectó gravemente su credibilidad como sacerdote.
Las reacciones de las comunidades cristianas y las autoridades eclesiásticas también han sido un punto de contraste. En el caso de Londoño, la diócesis actuó rápidamente al suspenderlo de sus funciones, aunque la comunidad sigue dividida sobre el asunto. En cambio, en Azángaro, el apoyo de los pobladores hacia Apaza fue tan fuerte que se organizaron protestas para exigir su retorno, lo que revela una desconexión entre la jerarquía eclesiástica y los intereses locales.
Una iglesia en crisis de credibilidad
Los casos de Carlos Londoño y Salvador Apaza son solo ejemplos de una crisis más amplia dentro de la iglesia católica, que enfrenta problemas derivados de la falta de cumplimiento de los votos sacerdotales y la forma en que estos escándalos son gestionados por las autoridades eclesiásticas. La contradicción entre los principios del celibato y las necesidades humanas de los sacerdotes pone a prueba la integridad de la institución religiosa y la confianza de las comunidades en sus líderes espirituales.
A medida que la iglesia católica se enfrenta a estos desafíos, la sociedad puneña también reflexiona sobre las responsabilidades de los sacerdotes, las autoridades religiosas y las comunidades en la protección de la moralidad y los valores dentro del ámbito eclesiástico.
Estos escándalos no solo afectan a los involucrados directamente, sino que dejan una marca profunda en la fe y la cohesión social de la región, recordando que, más allá de los votos y las reglas, lo que está en juego son las vidas de las personas que confían en la guía de sus sacerdotes.
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