La provincia de Azángaro vivió una jornada de tradición y fe con la concurrida Feria de Alasitas, celebrada en el emblemático Cerro Choquechambi. Este evento, que atrae a miles de visitantes, tiene raíces que se remontan a los siglos XVII y XVIII, en plena época colonial. Según el historiador Eduardo Masco, la tradición inició con los primeros azangarinos que elaboraban objetos en miniatura a base de quinua, y los acompañaban con la venta de empanadas, q’ispiño y queso, todos ellos en versiones diminutas, como parte de las celebraciones navideñas.
A diferencia de otras localidades como Puno y Juliaca, en Azángaro el culto al ekeko no tiene gran relevancia. En su lugar, los habitantes de esta región, situada en el Bajo Perú, rinden homenaje a símbolos autóctonos como el *jamaru* (serpiente), el suche y el «Niño Jesús», destacando una identidad cultural única en el contexto regional.
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La Feria de Alasitas no solo es un espacio de comercio y tradición, sino también de esperanza. Cada objeto adquirido en esta feria posee un significado especial. «Por ejemplo, si compras una vivienda o cualquier otro objeto, significa que durante el año lo conseguirás, siempre y cuando tengas fe en lo que deseas», explica Masco.
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Este evento, profundamente arraigado en la identidad de Azángaro, no solo fortalece la cultura local, sino que también impulsa el turismo y la economía de la región, convirtiéndose en una de las actividades más importantes del calendario cultural de la provincia.
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