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18 grandiosos álbumes de 2024

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No es una lista objetiva de los mejores álbumes de este año, sino un rápido repaso a los discos que más me han gustado. Aún no he escuchado con calma y tiempo “Romance” de Fontaines D.C. “Tigers Bloods” de Waxahatchee y el último de Vampire Weekend también los tengo pendientes. Sí he escuchado el de Billie Eilish y el de Kim Gordon y no me han golpeado el alma. Sobre “Brat” de Charli XCX creo que es su mejor álbum y creo que es muy bueno, pero también estoy seguro de que no es el tipo de música que me gusta.

18. Glasgow Eyes (The Jesus & Mary Chains). Desde que los hermanos Reid regresaron con “Damage and Joy” en 2017, tras casi veinte años de silencio, se escuchan cada vez mejor. Las tensiones entre ellos quedaron atrás y tampoco existe ya la preocupación de conducir el noise pop hacia caminos de rigurosa vanguardia y experimentación. Será por eso que este álbum se escucha con calma: el futuro que antes preveíamos inestable, ya está aquí.

17. Wall of Eyes (The Smile). Es evidente que Thom Yorke y compañía están de racha. “Cutouts”, que salió en octubre, es un pendiente que aún arrastro. Pero es que ¿qué banda lanza dos álbumes en un solo año? Uno no termina de asimilar las inquietantes sonoridades jazzísticas y electrónicas de “Wall of Eyes” cuando ya tiene encima otra tarea para casa. Por momentos, “In Rainbows” pasa delante de nuestros ojos.

16. This Could be Texas (English Teacher). El EP “Polyawkward” de 2022 ya apuntaba maneras de lo que la banda de Leeds ofrecería dos años después: un perfecto combo de post-punk rociado sabiamente con una esencia alternativa muy noventera. La cantante, Lily Fontaine, tiene la garra y la predisposición para moverse en diferentes géneros. Muestra de ello es el excelente tercer track del álbum, “Mastermind Specialism”, una delicada y precisa gema en la que el teclado conduce la melodía por senderos de ensueño y desconcierto.

15. Charm (Clairo). La cantautora norteamericana Claire Elizabeth Cottrill, más conocida como Clairo, se hizo fuerte en el mundo del bedroom pop y en los espacios digitales de la época de prepandemia. Su tercer lanzamiento, “Charm”, revela la madurez de la artista de 26 años que ha tenido en los últimos meses una interesante labor política firmando cartas y haciendo declaraciones a favor del aborto y en contra de las “terapias de conversión” para personas LGBTIQ+. ¿Será que Boygenius ha encontrado a su cuarta integrante?

14. X’s (Cigarettes After Sex). Que Greg Gonzales sea hoy una de las plumas más inspiradas en el mundo del dream pop y del slowcore ya nadie puede ponerlo en duda. “X’s”, lanzado en julio, siempre por Partisan Records, no se desvía demasiado de sus dos álbumes anteriores: delicadeza etérea e introspección para contar complejas historias de amor y limerencia. Desde que los vimos en Lima, en 2019, hasta aquí, no hay gran variación en su estilo, pero “X’s” es una obra maestra de belleza y melancolía, a no dudarlo.   

13. Imaginal Disk (Magdalena Bay). La idea del álbum escrito por el dúo Magdalena Bay (Mica Tenenbaum y Matthew Lewin) es francamente divertida: utilizan un concepto del campo de la biología del desarrollo, (“imaginal disc” es una parte de la larva de un insecto holometábolo que tras la metamorfosis pasará a formar la estructura del insecto adulto) y lo llevan al terreno equívoco de la ciencia ficción: Tenenbaum es True, una muchachita inocente que para alcanzar su verdadera esencia espiritual se inserta un disco en la frente. Cuando su organismo empiece a rechazar ese objeto externo, True deberá emprender un viaje de descubrimiento y realización. En todo el álbum se respira un synth-pop muy elaborado, muy juvenil, coloquialmente narrativo, muy psicodélico. El álbum es también una carrera vital contra el tiempo (el tiempo que demoran en florecer los discos imaginales) y, en más de un sentido, nos recuerda al universo plástico, chillón y filosóficamente rosa de Barbie.

12. Bleachers (Bleachers). Cuando en enero de este año apareció el single “Tiny Moves” fue un suceso mundial. Todo el mundo esperaba con ansias el nuevo álbum de Bleachers que finalmente fue lanzado en marzo. No defraudó, pero tampoco sorprendió demasiado. Antonoff fue a lo seguro y corroboró su status de productor del siglo. Sin embargo, los momentos en los que aparecen Lana del Rey o Clairo se sienten muy especiales y, es más, creo que el saxo en toda la producción otorga al pop un sentido nuevo y fresco. Es un disco que te empuja y emociona porque, pese a la aritmética sapiencia de Antonoff para la industria musical, no ha olvidado el sentido humano y honesto que debe tener la música.

11. Manning Fireworks (MJ Lenderman). Mark Jacob Lenderman, cantautor y multinstrumentista de Carolina del Norte, es un hombre sin máscaras. En 2019, cuando las deudas le apretaban, se puso a trabajar en una heladería, en 2020, cuando la pandemia cortó la gira de su banda, Wednesday, cobró el seguro de desempleo y se abocó a sus composiciones en solitario. “Manning Fireworks” es su sexto álbum, dos años después de “Boat Songs”, elogiado por la crítica. En este nuevo álbum, Lenderman, a través de canciones sentidas, le da voz a fracasados y perdedores que yacen a la orilla de la carretera o en el sucio suelo de un cuartucho, abandonados por la mujer de sus vidas. Hace poco, el propio Lenderman terminó una relación de años con Karly Hartzman, su compañera de Wednesday, así que entendemos también que estas canciones son confesionales e íntimas. Pero el concepto de intimidad de Lenderman no está poblado de lágrimas y autoconmiseración sino de humor negro, muy corrosivo y muy ingenioso. Lenderman es el sujeto triste que juega a tener suerte en el acuario: “Si el tiburón voltea a mirarme estaré condenado”. Lo piensa unos segundos y luego añade: “Si no voltea a mirarme igual estaré condenado”.

10. Prelude to Ecstasy (The Last Dinner Party). Antes de su debut discográfico de este año, The Last Dinner Party era una celebridad en Reino Unido el año pasado. Múltiples premios, menciones y comentarios, preludiaban el éxtasis que se vivió con el lanzamiento del álbum. Visto con cierto cinismo, la banda de cinco guapas chicas del King’s College, con sus atuendos espectaculares y su actitud desenfrenadamente pop, tenía todas las fichas para triunfar. Y triunfaron nomás. Pero que no se piense que se trata de un caso más de “industry plant”, no, la banda es realmente talentosa, inteligente y atrevida. La amalgama que han producido entre el estilo glam de Roxy Music, el aroma de la película “Velvet Goldmine” y las radicales tendencias de izquierda ha dado vida a un álbum brillante, heterogéneo y muy, muy disfrutable.

09. Born Horses (Mercury Rev). Considerando que “Bobbie Gentry’s The Delta Sweete Revisited” de 2019 fue una revisión del álbum que Bobbie Gentry lanzó en 1968, “Born Horses” presenta material nuevo de Mercury Rev, nueve años después. Eso solo sería suficiente argumento para afirmar que se trata de un álbum al que hay que prestar suma atención. Pero es que nada más empezar el álbum uno se topa con una canción como “Mood Swings”, con su coro sombrío, con el susurro pastoral de Jonathan Donahue y con ese saxo atemporal y extraño… Mercury Rev persiste en su firme voluntad de dar forma a sus ideas sin mirar siquiera de reojo a la industria.

08. Wild God (Nick Cave and The Bad Seeds). Desgraciadamente, el talento innegable de Nick Cave ha estado jalonado por sucesos funestos en su vida. La muerte de su hijo adolescente Arthur en 2015 dio pie al sombrío álbum “Skeleton Tree” (2016), tres años después el duelo aún duraba y se tradujo en una sobrenatural sesión espiritista: “Ghosteen” (2019). Quiso el destino que en 2022 otro hijo suyo falleciera, Jethro, a la edad de 31 años. La reacción de Nick ha sido esta hermosa reflexión de madurez llamada “Wild God”. Aquí, Nick no menos compungido, pero con mayor seguridad en sí mismo razona en los caminos divinos que llevan a la felicidad o a la desgracia; pide piedad, pero agradece también, en medio de su dolor, por los dones de la vida.

07. Cold Sea (Oisin Leech). Tras prolongada estadía en Norteamérica, Oisin Leech retorna a su natal Irlanda, camina solitario por los bosques de Donegal, aspira el balsámico perfume de los pinos silvestres y en invierno, cuando las tardes frías terminan pronto, compone un álbum íntimo, solitario, intenso: Cold Sea. No se ha hablado mucho de esta obra y eso es un error que es necesario corregir ya.

06. A Dream Is All We Know (The Lemon Twigs). Si uno es muy joven, digamos milenial, y escucha este álbum, probablemente se pregunte ¿qué es lo que suena aquí?, ¿qué tienen esos sonidos viejunos que parecen extraídos de algún compilado de descartes de los Beach Boys? Pero hubo un tiempo en que el jangle pop brillaba desde lo alto y hubo un tiempo en que los Faces o los Byrds marcaban el sentido de lo que era nuevo, distinto y elegante. Los hermanos D’Addario se encargan de recordárnoslo con este emotivo disco.

05. Lechyd Da (Bill Ryder-Jones). Desvinculado de The Coral desde 2011, Bill Ryder-Jones ha venido trabajando disco a disco, puliendo un estilo minimalista y evocador que se hace realidad en este asombroso lanzamiento, “Lechyd Da” (en galés, “buena salud”). Debido a una situación familiar traumática en su infancia, la vida de Bill Ryder-Jones ha sido una continua lucha contra la depresión y los ataques de pánico. “Lechyd Da”, con su coro infantil y sus cuerdas celestiales, intenta ser un disco de reconciliación con la vida, una mirada positiva, llena de esperanza frente al desconsuelo. “This Can’t Go On” quizá sea la canción más hermosa que se ha compuesto este año.

04. Songs of a Lost World (The Cure). El meme aquel del carrito con el anuncio del reencuentro de los hermanos Gallagher siendo aplastado por el tren que traía el nuevo disco de The Cure es una estampa graciosa y cruel al mismo tiempo, pero es real. Escuchar a Robert Smith atacar el verso “This is the end of every song that we sing” después de los tres minutos de introducción en la primera canción del álbum, “Alone”, fue suficiente para dibujarnos una sonrisa de júbilo y de satisfacción en la cara. Sí, los Cure han vuelto, no han transigido con el gusto popular y siguen tan grandiosos como siempre. ¿Qué necesidad tienen ya de demostrar nada?

03. Diamond Jubilee (Cindy Lee). Cindy Lee (Patrick Flegel con peluca azul y botas gogó) ha compuesto una epopeya de treintaidós canciones y dos horas de duración. El álbum doble es una obra maestra de pop DIY, canciones dulces y sugerentes, una guitarra delicada, la voz de falsete androginal de Patrick hablándonos de dudas, relaciones amorosas que terminan mal, soledad. El hecho de que Flegel sea reacio a los tradicionales usos de la industria musical y se empeñe en producir sus canciones por cuenta propia hace que el disco no sea solamente especial, sino que se siente también muy auténtico, muy audaz, muy innovador. Escucharlo es instalarse en el aquí y el ahora del reino del pop.

02. Bright Future (Adrianne Lenker). Escuché “Abysskiss”, con profundo asombro, recién el año pasado. Recuerdo que mientras escuchaba el álbum me preguntaba cómo es que no había tenido contacto antes con una cantautora tan potente como Adrianne Lenker. Así que ni bien vi su rostro pensativo en una bonita toma desenfocada, luciendo un sombrero de cowboy, me dije “he aquí un álbum que hay que escuchar”. Y sí, “Bright Future” es un álbum hermoso por donde se le mire. Lenker abre su alma y no teme dejar fluir sus lágrimas, sus expectativas, sus temores, sus momentos de gran bochorno y de gran tristeza. Pianos sutiles y cuerdas armoniosas acompañan su dolorosa voz.

01. Lives Outgrown (Beth Gibbons). No puedes sino tomarte en serio a una artista que, tras el inmenso éxito de Portishead a fines del siglo pasado, no se aprovechó del hype y se tomó casi veinte años para escribir, diseñar, corregir y lanzar un disco en solitario. Y vaya disco. Beth Gibbons reflexiona acerca del destino común de los seres humanos: hacerse viejos, perder poco a poco las fuerzas, las esperanzas, las ilusiones. Conducirse lenta e inexorablemente a un territorio sombrío en el que la soledad es la única certeza. Las personas que un día nos amaron van muriendo, su recuerdo se va borrando de nuestra mente… Y, sin embargo, “Bright Future” no es un disco pesimista. Es bellamente crepuscular más bien. Un disco que uno se pone en una dulce tarde de otoño para descansar y pensar en cosas profundas mientras ves por tu ventana cómo caen las sombras.

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